domingo, 5 de junio de 2011

AGUA AMARGA

Agua Amarga es una joyita en el Parque Natural de Cabo de Gata. La foto es de ahora, el relato que pego apareció en 2009 en el interior de un botellín en la Playa de los Muertos, donde solían emerger los restos de naufragios.

playa Agua Amarga

Las sábanas aparecieron llenas de granates, piedritas que forma Hefestos en el interior de algunos volcanes. Granate, esa piedra consagrada a la Cabra Maltea, la que alimentó a Zeus de sus mismas ubres mientras estuvo escondido de la mirada de su padre Cronos, el teófago.

Euforbio, nuestro jefe, que, como el divino Odiseo, ve lo que viene delante pero también con frecuencia usa el retrovisor, tomando ya este signo como definitivo, decidió que nos instaláramos allí.

Otros signos de Zeus el amontonador de nubes fueron interpretados como propicios por el jefe: la tromba de agua en mitad de un día de verano, la libertadora borrachera que nos indujo Dionisio, extranjero como nosotros, tan pronto como libamos apenas unas cráteras de vino. Seguramente el mismo Zeus vació nuestros bolsillos de granates mientras dormíamos, por qué si no el prodigio.

Varamos las negras naves, la belicosa nave larga y las otras redondas, ávidas de carga. Y levantamos nuestras tiendas, las de los que tenían tienda.

Sabíamos que por allí operaban otros prestigiosos piratas de nuestro pueblo: Tributeo, Ivaristo, la reputada Eutasa…, así que probablemente nos dejarían casi la mitad de nuestra honrada rapiña para nosotros mismos y nuestro destino.

Habíamos llegado de nuestro pueblo aprovechando los vientos de Levante, dejando atrás unos impuestos asfixiantes y atraídos, hacia adelante, por la esperanza de ganancias.

Confiábamos en la protección de los dioses, porque a todos procurábamos sacrificar equitativamente y, como piratas, éramos gente honrada: asaltábamos indiscriminadamente, sin favoritismos, procurando no causar daño a nadie por pura diversión o curiosidad. Como comerciantes éramos eficientes y cumplidores. Teníamos merecida fama de vender los más fiables esclavos y coches de segunda mano; bueno, es decir, una vieja desdentada es una vieja desdentada, pero también tiene su precio, sin engañar a nadie.

Así que con lo de los granates ya nos quedamos por allí. El agua era amarga, pero la cerveza estaba muy fresquita, así que la decisión de Euforbio de establecerse fue aclamada por todos. Y no por temor a su mal látex anticipado por su nombre, que en este caso el entusiasmo se veía sincero.

Nos quedamos por allí. Y a aquella tierra que antes no tenía nombre, de la misma manera que el nombre más común entre hombres y mujeres era Ió, le pusimos Granata, nombre que hizo fortuna en la provincia de al lado: nadie es profeta en su tierra. A nuestro campamento le pusimos Cerveza Fresquita, ignorantes de que en el futuro se llamaría Agua Amarga: siempre hay gente negativa.

Era una región rica, abundante en minas de cobre, plata, estaño, oro, donde los infelices que habían resultado esclavos y no tenían rescate ni mejor habilidad ni suerte trabajaban hasta la fuga o la muerte, lo que llegara antes, no es preciso decir. Esos metales nos permitían establecer mercado con nuestros vecinos, también honrados piratas como dije, que nos daban el trigo y la cebada a cambio del oro y la plata. Pero aún íbamos ahorrando algo, y pensábamos que el regreso sería amable y que por fin seríamos vistos con envidia por nuestros conciudadanos.

¡Ah, vanos sueños!

Una mañana apareció el heraldo de Tributeo, lo que nos sorprendió porque no estábamos en guerra. Nos dijo: necesitamos vuestra ayuda o, muy muy muy a nuestro pesar, tendremos que devastar vuestro territorio, porque nuestra necesidad es imperiosa, y nuestra fuerza forzuda. Cuánta ayuda, preguntó Euforbio. Unos subsidios apenas, respondió el heraldo.

Reunidos en asamblea, se decidió por unanimidad que unos intentarían huir en las naves, otros entregar una ínfima parte de los subsidios y quedar esclavos, otros por fin resistir y morir con gloria caros a los dioses.

Yo fui en el primer grupo, y nos dieron caza y nos hundieron y somos espectros descarnados en el fondo del mar, después de dar de comer a las criaturas de Poseidón, salvador de barcos, cuando quiere.

Demasiada agua, y salada.

2 comentarios:

  1. Pues te comento que no se ve, que tienes que poner la fuenta (la letra) más grande.

    ResponderEliminar
  2. ¿Y ahora? Puede ser que al salir del botellín viniera la tinta un poco raída. Y las fuentes allí, ya te digo, son amargas.

    ResponderEliminar