jueves, 19 de enero de 2012

Todo el cuerpo recubierto de bronce pavoroso

Vale, de momento no he sido capaz de escribir este cuento, ni siquiera el título vale, copiado tal cual de la Ilíada: fíjate de momento en el lenguaje poderoso que hay que recrear. Quizá una tormenta seca hace que un rayo fulmine a un personaje del que Homero no dio cuenta; el rayo de Zeus resonando en la broncínea lanza, en la coraza que ya busca el suelo, aprisionando a un guerrero muerto.
Señal del cielo que cuenta nuestro héroe secundario.
Están junto al Escamandro; el héroe cuenta cómo la pasada noche estuvieron celebrando la muerte de Patroclo, el bello amante del bello Aquiles, a manos de Héctor. Cómo el vino fue abundante y también el deseo de emborracharse, de aplacar el miedo amontonado día tras día.
Recuerda su casa, caricias juveniles de una amada.
Al levantarse tiene los sentidos embotados, los nervios y el cerebro marinados en alcohol no cumplen bien su función coordinadora de los movimientos, aunque de eso habrá que encontrar una metáfora menos anacrónica.
Cuenta cómo ve torpemente que hay carreras, revuelo, pero su pasmo lo mantiene clavado al sitio hasta que oye un furioso grito mientras que a él se dirige un enemigo todo armado, blandiendo la lanza que le pasa rozando  el cuello; que el enemigo le da muerte, ya veremos de qué horrible modo.

Cuenta cómo ahora su cuerpo despojado va a ser alimento de los perros.

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