martes, 20 de diciembre de 2011

Carl Sagan

Se cumplen quince años de la muerte de Carl Sagan. Un científico especialmente dotado para la comunicación. Combatió el oscurantismo y las pseudociencias, y fue impulsor de los primeros intentos de descubrir otras civilizaciones extraterrestres mediante la "escucha" de sus posibles mensajes, y favoreciendo que fuéramos descubiertos por ellas a través de nuestros propios mensajes al exterior. No recuerdo a quién le he leído que hacer señales al exterior podría ser una conducta osada: no sabemos qué necesidades tendrá quien nos escuche. Pero Sagan daba por supuesto que una civilización tecnológicamente capaz de, primero, escuchar, luego, lo que es más difícil, ¡llegar aquí!, debería ser pacífica y respetuosa.
Los dragones del Edén es un libro que se publicó en 1977 y recibió el premio Pulitzer. Habla de la inteligencia humana desde una perspectiva evolucionista. De alguna manera, se dice, un logro biológico no se tira a la basura para reinventar de nuevo un nuevo ser vivo a cada paso evolutivo, así que el cerebro humano aglutinaría los cerebros del lagarto, del mamífero y el propiamente humano. La idea es que algunas estructuras se reorientan, otras nacen nuevas, pero algo queda de las viejas. ¿No es inquietante?, ¿qué hace por ahí nuestro cerebro lagarto?
Sagan defendía como siempre la búsqueda del conocimiento, refutable, contrastable racionalmente. Ese camino debería hacer posible la evolución de la sociedad, especialmente la evitación de los riesgos de autodestrucción, y en esta tarea consideraba de gran ayuda la posibilidad de saber que otra civilización ya había superado la prueba. A través del cerebro más puramente humano y de su instrumento, la razón, deberíamos ser capaces de asumir el mundo tal como es en realidad.

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