lunes, 24 de septiembre de 2012

Sobre Yo serví al rey de Inglaterra

El 21/09/12 nos reunimos los amigos tertulianos para comentarnos el libro acordado, Yo serví al rey de Inglaterra, de Bohumil Hrabal.


Fijaos, qué me llama la atención: cuando queremos encajar una historia en un esquema, en algún esquema que nos satisfaga, si la historia es suficientemente rica, se nos sale, no acaba de encajar. Y eso pasa ahora. Yo me limito a recordar situaciones, momentos de esta historia tan plástica, tan humana, que tanto resuena con nuestras emociones.
Habrá quien encuentre que, al menos en una primera parte, la historia se apoya en valores mundanos, dinero, comida, sexo, imagen a través de la ropa; habrá quien encuentre mezquindad en eso, habrá quien busque y sospeche algo oculto detrás, ¿un complot para dominar el mundo? Pero, al ponerle encima la regla, la historia se escapa y busca la excepción, a mi juicio casi permanente: se compra el amor de unas chicas, pero el amor está ahí, junto con el dinero; la mezquindad, la sordidez de unas relaciones comerciales, se disipan cuando los participantes cultivan la poesía sirviéndose del dinero para regalarse mutuamente.
El protagonista, estamos en la invasión de Checoslovaquia por Alemania en la Segunda Guerra Mundial, repudiará a sus compatriotas que ejercen una violencia gamberra sobre los indefensos alemanes, antes por supuesto de la invasión. A su amada alemana le quitan las medias blancas unos gamberros checos, en su restaurante los compañeros le hacen perrerías; los grandes acontecimientos están lejos de nuestro protagonista, que a su nivel se decanta por los débiles, por su débil amada alemana. Que en su vida pública es nazi, un personaje local.
En esta historia los millonarios van a parar a una cárcel que se convierte en una fiesta: puede parecer que los encarcelados son los de fuera. Los millonarios compiten en regalarse, entre sí y a los guardias, con los que intercambian roles.
Después de la guerra nuestro hombre irá a un lejano bosque ahora desierto de Los Sudetes a cumplir una condena de trabajos forzados; la condena que era de un año, cuando lo piensa, está excedida en medio; entonces se irá sin verse con ningún vigilante. Mientras, ha convivido con Marcela, una chica alegre, y con un profesor de francés y literatura, que les enseñará cosas de la vida interior. Marcela pasará de la preponderancia de su hemisferio inferior a la preponderancia del superior, siendo la línea ecuatorial la delgada gomilla de sus bragas.
Un nuevo destino como peón caminero en la soledad de la montaña, aunque acompañado por un perro lobo, un burro, una cabra y una gata nos hace pensar en la aceptación de la vida en soledad, quizás de la decrepitud. Hablando solo.

Sí, se podrá poner una regla y trazar una recta entre dos puntos, ya sabéis: toda recta suficientemente astuta pasará por dos puntos suficientemente gordos.

(Pego una  reseña de Sara Mesa)


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