martes, 15 de noviembre de 2011

Tomar, Portugal, después de la visita

Convento de Cristo: charola o rotonda
Tomar es una pequeña ciudad portuguesa, pequeña pero de las que están siempre en la pomada, fundada en 1160 por Dom Gualdim Pais, Maestre de la Orden del Temple, como avanzada en la reconquista lusa.
Se habla de 30.000 años de fijación humana, de conventos desde el s VII. Vivió el establecimiento de los templarios portugueses, intentos de toma por los musulmanes. También el fin no traumático de la Orden, que en Francia y España fue una carnicería, pero en Portugal un simple cambio de look: de templarios pasaron a Caballeros de la Orden de Cristo.
Fue sede de la Cortes portuguesas convocadas por nuestro Felipe II, que allí fue Filipe I, en 1583. La Unión Ibérica.
El Convento tiene elementos románicos (charola o rotunda), góticos, renacentistas, etc.

Tomar es hoy un concelho de unos 40.000 habitantes, con una estructura territorial similar a las gallegas, es decir, un núcleo principal, en este caso Tomar, con unos 20.000 habitantes, y un sinnúmero de aldeas o freguesías por las que se escampa la otra mitad de la población.

La ciudad está atravesada por el río Nabão, encauzado y sujeto en azud para extraer y domesticar sus fuerzas. Hoy jubilado.

Azud del Nabão. En su lámina se refleja la ciudad.
Santa Marina dos Olivais, s. XIII
Santa Marina dos Olivais
São João Baptista
Y en la Praça da Republica, con empedrado escaqueado, la Igreja de São João Baptista, con su torre adosada de aire centroeuropeo que tiene vida propia. Coincidimos allí con Saramago, que dice, Tem a igreja um pórtico manuelino cuja beleza a nudez da empena torna mais sensível. A torre sineira é uma pesada massa que se recusa a deixar-se integrar na simplicidade exterior do templo. Vale por si, e está ali para o afirmar. Pois sim, José, eu concordo.

Hay más cosas que se quedan para otra vez: la sinagoga, la iglesia de Nossa Senhora da Conceiçao, y más.

Hay que tomar algo en la Praça, en la foto están las mesas, el bareto es de vetusto aroma. Bueno, aroma no es la palabra. El restaurante Bela Vista, junto al río, nos encanta con su pérgola de añosa glicinia, su aspecto de acogedor refugio; lástima que la cena no esté a la altura, y menos de su precio, que no es barato para estos lugares tan baratos. En visita al mercado, viendo un puesto de pescado en el que limpian unas brecas de buen ver preguntamos, dónde o peixe, y nos dicen, entre pescadero y cliente, que el peixe va para el restaurante Baía, que está junto a la Praça da Republica, que mirando la iglesia se coge la calle que sale a la derecha y luego encontramos el Baía en el callejón que sale de nuevo a la derecha, y que no es caro. Y allí vamos sin dudar, y es un localito modesto con sus manteles de cuadros azules, un par de vejetes locales dan cuenta de sus carapaus, y las brecas ya han llegado, ah, porque, mientras, hemos parado en la plaza. Y allí las brecas se llaman besugos, y nos las comemos, aunque sólo cuatro de las seis que vinieron. Decidimos que estaban guardadas para el domingo, pero las comimos el sábado. Vinho branco de Douro. Baía.

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