jueves, 7 de abril de 2011

La Cenicienta y El Hada

No importa, no hace falta que nadie haga una entrada ni que salude ni siquiera que se asome, ya os cuento un cuento, sobre el apasionante tema de Cenicienta y El Hada y Después Qué:

Todo había ido bien, sí, Cenicienta había podido disponer de carruaje con cochero para asistir al baile, lujoso vestido y unos primorosos zapatos de cristal hechos a medida. Allí había conocido al Príncipe, que se había quedado colado. Qué bien. Luego vino aquello de irse con las prisas, porque toda la magia tendría que desaparecer a las doce de la noche. Así fue en efecto, a las doce en punto el carruaje se reconvirtió en calabaza y el cochero en ratón, es de suponer que el vestido de lujo se reconvirtió en harapos, y los zapatos..., ¡los zapatos!, había perdido un zapato, el otro se había reconvertido en alpargata.

Pero por alguna cuestión propia de la magia, que no tenemos por qué entender, el zapato perdido no se reconvirtió en alpargata sino que conservó su forma cristalina y permitió al Príncipe hallar a su amada, que tenía, recordemos, una talla de pie única, o al menos rara entre las muchachas de su edad.

Cuando el Príncipe encontró a su amada, aunque un poco harapienta, se casó con ella de inmediato, y Cenicienta pasó de ser la chica para todo a ser la señora de la casa, disponiendo de lo disponible.

Y aquí fue cuando reapareció el Hada Madrina. Ella había aportado toda la magia que había dado lugar a la boda con el Príncipe, y mira por dónde que el Hada era presidenta de una fundación llamada “Guapeando Feos y Otras Bondades” que, aunque sin ánimo de lucro, necesitaba una pasta gansa para funcionar, como es natural, ya que la magia no puede violar mucho tiempo el principio de conservación de la energía: hace falta un tesoro como contrapartida de los juegos de varita. Estos son los míticos tesoros que custodian los gnomos, y aunque casi nadie lo sabe, se disipan como succionados por la magia de las Hadas. Pero esto son cosas de Economía Mágica, que sólo las pueden comprender algunos catedráticos de sociología y otras personas Debidamente Imbuidas del Espíritu de Su Tiempo. Pero independientemente de esos asuntos, un Hada necesita muchas necesidades para su día a día, vestir gasas y sedas, chispear chispitas de oro, comer néctar y ambrosía, un poco también para vicios.

Cenicienta qué bien te veo, anda, hazme una contribución altruista y no lucrativa a la causa. Qué causa, qué dices, qué fresca. A ver si te convierto en cochera de una calabaza.

Eso dicen que se dijeron. Y luego empezaron a ver cuánto.

A ver, dijo Cenicienta, calculamos el alquiler de carruaje, de cochero, de vestido, de zapatitos de cristal, más gastos financieros. No, no, no, ni hablar, dijo El Hada, un pico de esa fortuna inmensa en la que estás inmersa, je, je, je, (le gustan al Hada estos inocentes juegos de palabras) gracias a mi potente magia. Juá, replicó Cenicienta, eso lo veremos con mis abogados.

Así que los abogados pensaron en una buena minuta, sin que su lóbulo cerebral derecho le dijera nada al izquierdo, y luego buscaron unos peritos. Y peritos había para la opción de alquiler, pero no no no, que aunque temporal era único e irreemplazable el conjunto, así que hubo peritos para el coste de reemplazamiento, carruaje, cochero con librea (al que se le devuelve su libertad después del evento), zapatitos del más puro cristal. Aah, dijo El Abogado del Hada, que tenía cara de gnomo, pero esto ha sido la palanca del éxito, veámoslo desde este punto de vista, multiplicando palancas.

Y ahí los dejé, apalancados minutando minutas y jugando a la palanca más larga.

Pero es que luego resultó que El Real Tesoro estaba más vacío que el espacio intergaláctico, y que ya los nuevos créditos no daban para pagar los intereses de los viejos créditos y seguir viviendo a todo plan, así que hubo que renegociarlo todo para aplazar más la deuda y seguir tirando y el globo aumentó aumentó.

Entonces sonó el teléfono.

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