viernes, 25 de febrero de 2011

Un nombre para nacer

Hablábamos el otro día de crear un blog a modo de espacio común, lugar donde las conversaciones se entrecruzan como en una tasca. Condenada al reparo por lo escrito que ahí queda, pero bendita (tasca) en la que las conversaciones se graban en el pavimento en cuanto condensan las voces en el aire, olvidadas en el frío del silencio.
Hablamos de nombres, de mencionar que somos efímeros: memento mori; que la virtualidad nos enmudece, que somos inútiles (unos más que otros), que el cuervo sí o que el cuervo no.
Democráticamente he puesto un nombre que aloja el espacio común en una Tasca, apela a los espíritus mediadores de los dioses personalizados en el Cuervo, es verdad que también un poco presumido y ególatra, justo como nos gusta ser a veces, y, por último, el nombre es un conjuro contra la mudez virtual, declarando Parlanchín al Cuervo. La Tasca del Cuervo Parlanchín. Queda un nombre muy hermoso, que puede ser efímero como un chubasco, y que suena a preexistente, y seguramente lo es. Existen, por ejemplo, no menos de cuatro lugares en la geografía española denominados “Cabezo del Cuervo”. No importa. Somos humanos, una especie nueva en comparación con las cucarachas pero vieja, vieja en relación a nuestros pocos añitos.

Convido a esta ronda.

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