sábado, 26 de febrero de 2011

EL FARO

Como sabéis, quedé comisionado para leer, hasta donde llegaran mis ganas, un libro propuesto por Luis, EL FARO, de Alfonso Salazar, médico sevillano.

Un libro con ese nombre, como si fuera un restaurante, y ese autor, de regusto a atardeceres espesos de cerveza Voll-Damm y humo de tabaco, debía tener una oportunidad.

El libro es bonito, quiero decir el objeto libro: tapas duras, sedosas al tacto, con una imagen de una maqueta de un faro; papel de calidad, amarillento. Los 20 € que me ha costado deben ser casi lo que le cuesta al autor editarlo por su propia cuenta.

He procedido a catarlo con método artillero: hacia el centro, los extremos, luego machacando.

El prota es un señor médico-cirujano-plástico-estético que sabe perfectamente cuándo una lámpara debe estar en una mesilla y es una ordinariez que esté en una mesa, quizá porque de joven ya usaba zapatos de cabritilla y además sabía que eran de cabritilla. Entre sus muchas habilidades está saberse de carrerilla la etiqueta del Rioja Glorioso reserva de no sé qué año. El prota cuenta su propia vida, por lo que tiende a rejuvenecer más que a envejecer.

Pero no he dicho su habilidad natural principal, que es que liga con rubias de dos en dos, con unas en amor eterno, con otras va al polvo por el polvo; unas veces folla con violentos empujones de la pelvis, otras con suaves caricias del pelo (de la cabeza, no el púbico).

Ojo, esto se inserta en un fondo de estampas típicas y moralinas rampantes, arg, que me cogen el cuello.

El estilo del lenguaje es, ¿cómo diría?, de documental de Canal Sur sobre patos dorados al atardecer, tan lleno de adjetivos que si los sacudes te quedan páginas enteras en blanco.

En resumen. No sigo. No puedo recomendarlo.


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