domingo, 3 de noviembre de 2013

Arroz casisinsetas

Se juntan siete amigos para andar por esos campos de Valdelarco, y allá que van saludando atentamente por el camino del Talenque, holá, holá. El otoño incipiente (aquí este año) muestra su gama de color. La Admon pública muestra sus ganas de tirar dinerillos trincados al contribuyente en la fuente de las alberquillas, cada vez más boba y costeada.
Cosechón destriado
Las manzanas son rojas, los caquis naranja, los membrillos verdes, las granadas granadas, los chopos dorados; pero nogales y castaños y árboles del caqui están verdes como en verano.
Y qué es esa cosilla que vas a pisar y pisaste, caramba, un niscalillo. ¿Y esta moradita que parece Lepista y desnuda? Pues no lo es que es cortinarius con su cortina filosa, pero muchos se la comen igual.
Ah, y un par de minúsculas Cantharellus, que antes decíamos cibarius pero ahora pruiforme o algo así, porque alguien dijo que la pruína.
Ja, ja, y esa tan desmejorada, la reina, la Amanita cesárea, comida de babosas.
Hubo otro niscalillo, y dos superagusanados que dejamos para reproducción (de los gusanos).
Así que la cosecha es magra, y ya en la cocina el cocinero decide:
- Que la Amanita ya mohosa y exudando gotas melosas y  con visos transparentes de podredumbre se tira. - - También el cortinarius, que no tiene nada que decir.
- Que vamos a hacer una arrocito para dos con setas pero casi sin setas.

Tenemos la cosecha.
Media cebolla que se pica.
Y se sofríe con mantequilla y aceite de oliva, combinación que refuerza aromas. Sal.
También echamos una zanahoria picada, ¿por qué?, porque queda mona y parece que haya más setas.
Y unas habitas, pocas. No hay bacantes sin Baco ni habitantes sin habitas.

El arroz es bomba, chupón de aromas, dos puñados, para dos. Vengan las setas picadas pequeñas, que ya que son pocas estén en todas partes.
Y tiene añadido un poco de Rueda verdejo, y el agua necesaria.
Cuando hierva se rectificará de sal.
La cocción me gusta con el grano entero, aunque hay quien lo prefiere pachucho. Al gusto.
Casi está y añadimos un poco de queso de la chevre. Qué chévere.

Cuando ya está, se tapa y se deja reposar unos minutos.

Ahí está.

Crítica.
Por qué hay tan poco en el plato: tiene un punto de fuga: los granos huyen por él amigados con cebollas, zanahorias, habas y setas. Puede verse la traza.
Por qué esos trozos de cebolla, tan grandes, que se cogen a la lengua con entusiasmo y crujen muy levemente al masticar, cuando sería mejor que fueran más pequeños y babosos. En nuestra defensa sólo podemos decir que los cortamos así de grandes.
¿Y el sabor?, está bien, peeeeroooo: demasiado sabor a la chevre, caramba, ahí me pilló.
 Flavour chevruno.
Global: estupendo, si se miran cosas peores.

2 comentarios:

  1. ¡Ja! ¡ja!.... arroz al níscalo pisado, se podría llamar. Lo que es cierto es que estas cantidades tan exiguas en el plato quedan de lo más nouvelle cuisine

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  2. El níscalo pisado ¡y el otro!
    Somos todo nouvellez, ahora ya sin prisas.

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