E acima de tudo há a voz
e o humor, o tom e a sintaxe, aquilo que te está, cidade, mais no íntimo. Falo,
é claro, do imaginario vocabular e da construção da frase que por si sós se
fazem ironia. Ah, sim, uma ironia arguta e tão fechada que pode ir de elogiar
em travessura à provocação de mau destino, tal qual como o calão em constante
mutação de cada bairro.
Es sobre todo en Lisboa,
livro da bordo donde se le ve a él mismo mientras habla de Lisboa, de corvos
penteados aos pulinhos, como seguramente él era un homem penteado luzidio y
perfumado de Varón Dandy o algo así: peinado con fijador, perfumado de
penetrante olor, dandy en sus movimientos medidos pero también mecánicos.
Lechuguino que admira o cuspir fininho lisboeta, tantas cosas que yo podría
decir que detesto y sin embargo, acompañadas de su fina ironía, de su grandeza
sólo arrabalera que podría ser modestia, ya no detesto. También es verdad que el
olor a tabaco y a litro y medio de varón dandy (así en minúsculas genéricas)
está tan lejos tan lejos que no me molesta.
El Cuervo de esta
taberna le debe la vida, podríamos recordar.
Y de Carlos do Carmo
dice que, después de Marceneiro y de Amália es quien mantiene la entonación
singular de Lisboa en su fado nativo y de barrio.
Cógete el Lisboa, livro
de bordo y acércate por Lisboa en cuanto puedas, antes de que se acabe el mundo.
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