domingo, 24 de junio de 2012

Un olorcillo no del todo agradable

Ya estamos en verano, y en Galaroza hoy no se ve ni una nube, así que ya a las diez de la mañana, y antes, el sol está pegando fuerte. Un olorcillo no del todo agradable lo invade todo, se ha colado en la casa, está en la calle, en el campo. No son los pestosos pollos de Levante, que cuando sopla el aire de allí y se encañona por la Cuesta Palero va a caer luego por la Avenida hacia El Cenagal, donde no suele llegar, y se cuela por el collado que forma la calle del Bar de Los Patriotas, descendiendo por su propio peso e impulso a la explanada del Paseo del Carmen. De allí ya no suele pasar, absorbido seguramente por las pituitarias de aquella zona más poblada.

Don Pío Font Quer (1888-1964) fue botánico, farmacéutico y químico; publicó el libro de flora farmacéutica “Plantas medicinales: el Dioscórides renovado”, un gran éxito que 48 años después se sigue reeditando, y a pesar de ser un gran sabio que dominaba el difícil lenguaje de los botánicos, de los farmacéuticos y de los químicos, se empeñó, con mucho acierto, en describir las plantas y sus manipulaciones y propiedades en castellano común, lo más común posible. No puedo coger el libro, que como es muy gordo se ha quedado en el pueblo, donde el espacio es mayor, pero he recordado a Don Pío por el olorcillo no del todo agradable.

Cuando Don Pío habla del saúco, ya sabéis, el de la médula de saúco que salía en nuestros libros escolares de chicos urbanitas y nadie había visto, cuando en particular habla del olor de sus inflorescencias, dice que tienen un olorcillo no del todo agradable. Es un olor como perfumado, penetrante, pero Don Pío le pone una buena etiqueta: no del todo agradable.

Y mira por dónde que estamos a menos de 2 km a vuelo de pájaro de Jabugo, cuyo nombre viene precisamente del saúco a través del intermediario sambuco. Pero Jabugo no huele a saúco, sino más bien a jamones curándose y un poco de grasa rancia, de las grasas de los perniles oxidadas por su parte exterior. Pista errónea.

No hay tantos saúcos por esos campos como para que el olor sea tan extenso. Bueno. Me voy para Isbilia.

Pero por el camino voy viendo los castaños, verdísimos, de ese verde intenso reconfortante en el Sur. Están en flor. Las inflorescencias del castaño forman una especie de manojos de bigotes amarillentos. Bueno, ahí están las flores machunas, que las femeninas, más escasas, están en la base de los bigotes.

Y voy hacia Isbilia con pereza de parar en la carretera, pero me voy diciendo que mira que si el olorcillo viniera de las flores de castaño, tan abundantes ahora, ¿no debería verificarlo, ya que no voy a volver a ver flores de castaño, posiblemente, hasta la temporada próxima? Y ya a 5 km de Aracena me decido, en la próxima entrada de finca en la que pueda parar sin peligro mi confortable cochecito para sólo asfalto. Alto ahí. Paro a veinte metros de un bigotudo castaño, casi no hay movimiento de coches. Acerco mi nariz, ¡ahí está! No es perfumado y penetrante como el del saúco, aunque comparte un no se qué; no cabe duda: un olorcillo no del todo agradable, empachoso, dulzón. Que lo invade todo.
Castaño con flores
Castaño florido, chicas castañitas, bigotes castaños



http://es.wikipedia.org/wiki/Castanea
http://es.wikipedia.org/wiki/Sambucus

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