miércoles, 30 de mayo de 2012

¿Seres racionales?

La persistente creencia en la suerte.
Somos seres vivos, moldeados por cientos de miles, millones de años de evolución. La razón es un aparato relativamente nuevo, de uso limitado.

Sala i Martín, en Los druidas de la modernidad, se rebela contra los adivinos enrachados de la economía. Ilustra cómo en un gran grupo de potenciales adivinos habrá un grupo que acierte y, a su vez, seleccionados los acertantes, un subgrupo acertará, y así sucesivamente. Hice una entrada en este blog con un tema análogo. Cuenta de una experiencia en la que estudiantes que tienen conocimientos y datos para juzgar racionalmente una experiencia, se decantan sin embargo por la magia de las rachas de suerte.

No se convence fácilmente a otro
Krugman se queja de que A veces la evidencia no es evidente. Y no sé si en el sentido concreto de sus quejas tiene razón, porque a veces la creencia en la evidencia no implica que ésta exista. Que exista evidencia, recordemos a Popper, no significa que estemos viendo la verdad, siempre escurridiza, es la posibilidad de falsación lo que caracterizaría a las teorías sobre la verdad (o verdades). Krugman cita un artículo, Don't Like the Message? Maybe it's the Messenger, en el que Justin Fox afirma que no examinamos mensajes con la mente abierta, salvo si vienen a través de un miembro reconocido de nuestra comunidad cultural, o nos favorece.

Cuenta Fox una vieja experiencia en la que se pasa una película de un partido de fútbol a dos grupos de estudiantes; los árbitros toman numerosas decisiones erróneas que favorecen a un equipo, y cuando se pregunta a los estudiantes por los errores arbitrales, los que eran del equipo perjudicado ven el doble de errores que los del equipo beneficiado. Y quién no conoce personas inteligentes que atribuyan las virtudes a los chicos de su equipo y los más horribles vicios al contrario. No es cosa de otros: lo llevamos dentro. 

El cuadro
Así que ya está pintado el cuadro de primitivos danzantes al ritmo del chamán, de tribus simiescas increpándose desde ambos lados de la trinchera, lanzándose feroces argumentos.

¿Nos esforzaremos en no darle la razón a este triste cuadro?

PS 31/05/12.- Pensamos, ¡esos simios!. Pero somos nosotros, todos nosotros, los que llevamos dentro el alma simia. Cuando pensamos, ¡es evidente!, ojo, piensa: muy probablemente mi alma simia traicione mi razón.

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