viernes, 4 de mayo de 2012

Homenaje a los humanos

Centum Cellas
En Belmonte, junto a las ruinas de Centum Cellas, villa donde allá por el s. I vivió un magnate romano del estaño, vemos hileras e hileras de unas a modo de cruces, cruces espinadas, patriarcales, papales, de San Andrés, postes de teléfonos, de telégrafos, cruces griegas, maltesas, latinas, de Alcántara. Pero no exactamente eso, algo así pero no exactamente.

Se recortan casi en negro contra el horizonte como homenaje a los humanos, a los antiguos humanos muertos, a los modernos humanos muertos, pero también a los humanos vivos, alegrémonos.
Homenaje a los humanos

De esas a modo de cruces que ahora lloran nacerá vida, mágicamente: borra, brotes, pámpanos, hojas, el preciado fruto: tempranillo o tinta roriz o cencibel, alicante o monastrell, cabernet franc, cabernet sauvignon, malbec, merlot, castelão o periquita, touriga nacional, Graciano, Pedro Ximénez, pinot noir, syrah, malvasía, Mencía, Petit verdot, garnacha, chardonnay, muscat o moscatel, pinot gris, pinot blanc, treixadura, verdejo, riesling, sauvignon blanc, airén, albariño, macabeo o viura, palomino, y otras más.

El fruto será recogido, con esmero, sin esmero, llevado a las líneas, seleccionado o no, despalillado o no, molturado, fermentado. Podrá ser remontado, aireado, desfangado, trasegado, filtrado, clarificado, encubado en barricas de roble francés o americano, pasado por virutas, embotellado.

Ahora ya por fin llega a los humanos, a los humanos vivos, alegrémonos, porque aunque el rito haya sido y sea variable, complejo o sencillo, finalmente nos podemos encontrar con una copa, con un contenido más oscuro, casi negro, o más claro, casi oro pálido, y tantos colores más o menos intermedios, con burbujas o sin ellas; finalmente podemos aspirar su aroma, sorber el caldo.

Comprender entonces que un hombre solo no pudo llegar tan lejos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario