Soy el río Agné,
vivo en la región de Tolicia, en África Sur-oriental, entre los
montes Mun-tung y el río Palmarvá.
Me gustan las
estaciones, las del año.
Cuando vienen las
lluvias mi cauce caudaloso se agranda y se llena de remolinos y
rápidos que arrastran fragosas rocas, piedras que entrechocan con
estrépito, se llena de troncos y ramas y techos de chozas, de bueyes
hinchados, de aves inertes con sus plumas pegadas al cuerpo flaco;
allá donde empujan mis aguas crecidas y bravas en oleadas contra las
orillas reblandecidas tumban más árboles, rocas, lodos, chozas,
arrastran muebles, animales, hombres.
En el otro
extremo, la estación seca. Débiles flujos de aguas subálveas bajo
cantos rodados y arenas que fueron montañas. Charcos barrosos. Aguas
podridas con insectos hambrientos: ditiscos, madres de agua, voraces
larvas de libélula, zig-zag de zapateros.
Cruzo por la
región del Poblado-del-Hombre, donde la tribu Qtrdig vive de las
cosas de allá, de criar algunos bueyes, de cultivar algunas patacas, de lo que pillan.
Tengo allí un
vado en época seca, que en época de lluvias es casi practicable en
barca.
Los hompres de
allí cruzan mis aguas, a pie o en barca, para atender sus asuntos de
la otra orilla.
Y los cocodrilos del río ven este tráfico con buenos ojos, ya que les proporciona alimento, no obstante es un alimento peligroso, que no se conforma fácilmente con su suerte y que suele llevar estacas agudas y otras defensas, por lo que los cocodrilos, en general, prefieren a los bueyes. Que además tienen más alimento.
Para los hombres
yo soy un dios, el dios Agné. Los cocodrilos son otro dios, el dios
Setec, así se decía. Y han aprendido a apaciguarnos con varios
ritos. Por ejemplo, cuando mis aguas se revuelven al máximo
organizan un baile ruidoso que les ocupa varios días. Tiene que ser
ruidoso porque los cocodrilos salen de mis aguas con esas crecidas,
los cobardes. Aún así puede haber alguna baja humana, pero a los
nueve meses hay numerosas altas, tengo observado.
Otro
rito.- La “Barca de Setec” es una barca sagrada, en cuya proa hay
una cabeza de cocodrilo y a popa una cola que se curva hacia dentro,
ambas de madera, para no provocar, quizá. En esta barca pasan los
hombres y algunas mercancías de una orilla a otra.
Otro
rito más.- Sacrificios. Cuando se hace el paso anual de hombres y
ganados por el vado, se realizan sacrificios a ambos lados, para que
Setec les sea propicio. Y lo es. Sólo algunos años especialmente
duros los hombres sacrifican a los suyos, creen que así apaciguan a
algún dios.
Puede
decirse que gracias a la piedad de los hombres la población de
cocodrilos se mantiene a niveles óptimos junto al vado.
A
mí sin embargo no me afectan las pequeñeces de los hombres, aunque
he oído que hay colegas de la margen izquierda del Palmarvá cuyas
aguas se llenan de desechos humanos. Debe ser una exageración de mi
gente. Aunque cuando el río suena, agua lleva, dice el dicho.
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