No son cántaros de culo apretado, ni búcaros rojos olorosos
a arcilla, sino a modo de vejigas de barro amarillo del Gran Río. Mientras el guía nos dice cómo esas vasijas,
de desecho para el guía, para mí ex-profeso, se amontonan para formar las almas
de las cubiertas de la Catedral de Sevilla, formando un espesor etéreo entre la
parte sustentante por abajo y la azotea de ladrillo impermeabilizante por
arriba; mientras el guía nos habla de vanas vasijas vaga mi imaginación, cuando de pronto oigo decir,
seres contingentes, y es Roberto, que también estudió en los jesuitas, quien lo dice. ¿Es justo
ahora que imaginamos vanas vasijas cuando recordamos la doctrina de la
contingencia? No sé siquiera si mi memoria asocia bien.
Vacías cerámicas enrejadas en la Catedral de Sevilla: nihil fugit. |
Nos explicaban los curas especializados en eso (creo
recordar) que somos seres contingentes, algo así como pellejos vacíos, almas de
cántaro, seres vanos. Un millón de seres contingentes convenientemente
estrujados para arrojar el éter de su interior no moverían la aguja de la
balanza; del mismo modo que un millón de vainas de guisantes o garbanzos o habas
u otras legumbres, si son vainas no tienen grano. Y así somos: unos vainas,
odres vacíos.
Y de la misma forma que los jesuíticos seres contingentes
necesitan rellenarse de dios o de algún fluido rellenante, así también las
vasijas vacías de las cubiertas de la Catedral de Sevilla ambicionan llenar sus
almas de cántaro de algo que las rellene, no siendo bastante el aire enrarecido
de las cubiertas: es así como van
absorbiendo las almas de los fieles, de los infieles, de los finados que
exhalan su alma. Y es así como esas almas que buscan el ascenso, atrapadas en
las vacías contingencias de las vanas vasijas mantienen un esfuerzo ascendente,
descargando techos, descargando bóvedas, descargando arbotantes, descargando contrafuertes
y muros y cimientos de la catedral.
Puede deducirse que la Catedral vivirá mientras haya almas
retenidas, aunque no sabemos si en su ausencia colapsará. Pero si por falta de personal o
sobreabundancia de personal desalmado decayeran las almas pujantes retenidas,
cabe pensar que sería posible que la Catedral colapsara desinflada como una
medusa seca, como una carabela portuguesa que perdiera el ánimo varada en la arena.
Carabela portuguesa en la playa de Las Canteras, Las Palmas de Gran Canaria. Aún no ha perdido el aliento. |