sábado, 8 de marzo de 2014

¡Ostras!

Paseando por el Diccionario etimológico abreviado de la lengua castellana de Corominas encontré el otro día una bonita historia: la de la palabra ostra.
Dejó dicho Corominas que esta palabra se encuentra ya escrita en el 1591, procedente del latín ostrea, ¡a través del portugués! La forma española sería ostria o también, ¡ostia! (documentada ésta en 1335). El paso de ostria a ostia, dice Corominas, parece debido a un juego de palabras sacrílego. El deseo de rehuir este mismo juego sacrílego haría a nuestros ancestros adoptar la forma portuguesa.
En Andalucía (y en muchos países americanos, según Corominas), conservamos la forma ostión para unas ostras más gruesas, y también más bastas de sabor, que se dan por ejemplo por Cádiz, y también por la costa algarvia portuguesa.

Nuestra expresión andaluza, te voy a dar un hostión suele ir con hache, aunque ésta no se pronuncia y será el oyente quien discrimine si va con hache o sin hache: si es con hache, corre, que es un trompazo; si es sin hache lo mismo te van a dar un sabroso bivalvo. Casi seguro va con hache.
Y también se dice en ese sentido de trompazo, aunque más leve, hostia. Pero de eso no nos dice nada Corominas.

Ósquite sería una de esas palabras que señalan y eluden el juego sacrílego, escatológico o insultante. Como me cago en diez, pardiez, me cachis en la mar; y esa mar podría venir del franchuti mere...

Esta historia podría ser un ejemplo de selección competitiva: los que decían ostia serían chamuscados en la hoguera, mientras que los que decían ostra sobrevivían. Qué risa.